Arrodillada ante un improvisado altar en su casa de Bucaramanga, doña Bertha acaricia entre sus dedos la cruz y las 59 pepas de la camándula que su hijo Gustavo le trajo como regalo desde Tierra Santa en el año 2010, cuando cumplió sus 50 años de casada.
Ese rosario cristiano en el que ella recita los misterios gloriosos, gozosos, dolorosos y hasta los luminosos, van encomendados para que a su nieto le vaya bien en la competencia de atletismo que tendrá la próxima semana en los I Juegos Panamericanos Junior Cali 2021, a desarrollarse entre el 25 de noviembre y el 5 de diciembre en la capital vallecaucana. “Abuela, qué boleta… no vaya a decir mi nombre, le suplica el joven atleta”. Y la nana cumple.
Al otro extremo del país -en Cali- otra abuelita: Marleny Serna, apretuja contra su pecho el escapulario del Señor de la Misericordia, mientras encomienda a su nieto Miguel Ángel Grajales (20 años) -quien se alista a competir en esgrima el próximo viernes 3 de diciembre- a la beata polaca Santa María Faustina Kowalska.
Le tiene fe al escapulario de la religiosa de la orden de las hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, canonizada por el Papa Juan Pablo II el 30 de abril del año 2000, por ser un regalo que su hermano Milton le trajo desde Varsovia, el cual fue bendecido justo en el lugar donde reposan los restos del Papa polaco Karol Wojty?a, primero no italiano en la historia de la iglesia católica.
Su hija Jenny (madre de Miguel Ángel) hace lo propio con la imagen de San Miguel Arcángel, quien ocupa el más alto lugar entre los arcángeles, de allí que lo llamen ‘Príncipe de los espíritus celestiales’ o ‘Jefe de la milicia celestial’.
Ella -profesora de arte- admiradora de las obras de Miguel Ángel Buonarroti, durante su embarazo vio la ocasión perfecta para escoger el nombre de su primogénito: Miguel Ángel. Y su hijo, hasta la espada heredó. La misma con la que espera bañar de gloria a la delegación colombiana, colgándose una medalla en las competencias de Esgrima.
Al centro -en Medellín- Astrid Castrillón se encomienda al Espíritu Santo y le reza al cuadro de María Auxiliadora para que a su hija Helena Londoño Castrillón (14 años), le vaya bien en su competencia de Gimnasia Rítmica este viernes 3 de diciembre a las 10:00 de la mañana.
Su esposo, Edwin Londoño, hace lo propio con el escapulario que lo acompaña desde niño, el mismo que ha sido testigo de las oraciones que eleva al cielo para que a su pequeña le salga todo a la perfección.
Ellos recuerdan con nostalgia cuando su pequeña Helena, con escasos seis añitos, salía de su casa en la capital de la montaña por primera vez, a competir al altiplano cundiboyacense, acompañada de su cobijita de lana con huellas de animalitos mientras a su regreso la esperaban con un plato de su comida favorita: carne asada, ensalada, papa cocida y guacamole. La niña llegaba resplandeciente, por su actitud y por las medallas que colgaban de su cuello.
Abuelitas, madres, padres, hermanos, tíos, primos, sobrinos, amigos, compañeros de estudio, del barrio y de diferentes regiones de Colombia. En fin, todos, en este momento tienen algo en común: sienten maripositas en el estómago esperando ansiosos que las jóvenes promesas del deporte nacional se cubran de oro, plata o bronce.
Y coinciden en que así no obtengan medalla alguna, todos son campeones por el solo hecho de haber clasificado y participado en un Panamericano que sirve de preámbulo a unos juegos Olímpicos.
Además, los rezos no son en vano, pues cada uno de los participantes en los I Juegos Panamericanos Junior Cali 2021, llegarán bendecidos y recibirán como gran trofeo -en medio de lágrimas de felicidad- un beso y un abrazo de Bertha, Marleny, Jenny, Astrid, Edwin, acompañados de un “Dios me lo bendiga y me lo proteja”, salido del corazón.