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“Pase lo que pase, Cali no se achicopala. Con pandemia, con bloqueos, con ataques de los politicos a nivel interno y desde la capital, con difamaciones desde los medios de comunicación, con falsas noticias en redes sociales y con el canibalismo de unos cuantos, la ciudad sigue viva y mejorando”.

Así lo expresó el catedrático universitario Luis Carlos Garcés -caleño de pura cepa- quien aclara –antes de que lo ataquen las aves de mal agüero- que el verbo ‘achicopalar’ es aceptado por la Real Academia de la Lengua para países como Colombia, México, Guatemala y Honduras, extensivo a todo el mundo.

“Si no me cree que Cali es la misma, dése una vueltica por la avenida sexta, por Granada, El Peñón, por Ciudad Jardín, por El Limonar, o por el Bulevar, por solo referenciar unos sitios y verá que los estancos, los restaurantes, las tiendas y algunos locales comerciales, están funcionando. Sí, hubo un bajón, unos mermaron personal y otros cerraron, pero la Sultana sigue ahí, imponente y de la mano de los que somos optimistas”.

Haciéndole caso al maestro, pudimos constatar en tan solo 30 minutos de paseo por el Bulevar del río una tarde de viernes, que los bares, restaurantes, pizzerías, hoteles y locales comerciales estaban en su apogeo. Mesas, asientos, música y jolgorio en sus pasillos, no faltaron.

Con guitarras, maracas y clave, profesores del grupo de cuerdas del Liceo Quial, en plena calle, entonaban un mensaje de erradicación del mal, pues a viva voz cantaban: “Para el viento, una cometa; para el lienzo, un pincel; para la siesta, una hamaca; para el alma, un pastel… pero para la guerra, nada”, canción de 14 estrofas con letra de Marta Gómez.

Veinte metros más adelante, un niño de 12 años: Emmanuel Avendaño, entonaba con su saxofón el tema ‘A la sombra de mi madre’, con la intención de subir a Youtube un vídeo promocionando su talento, ya que a su escasa edad es estudiante de música cuarto grado juvenil en el Instituto Departamental de Bellas Artes e interpreta magistralmente el saxo, la flauta, la batería y el piano.

En su bicicleta, el canadiense Stirling Potocnik iba y venía por todo el Bulevar deleitando la vista. “Qué belleza de paisaje. Una ciudad que tiene brisa, sol, río propio, flores, pajaritos y gente buena, que acoge y respeta al turista, no tiene porque sentirse triste. Yo llegué a esta ciudad hace 23 días, la encontré en medio de problemas, como todas las ciudades del mundo, pero estoy feliz. Entonces… ¿de qué se quejan? Cali es lo más lindo que he conocido”, dijo en medio de sonrisas.

Otro que dio su parecer, fue el contador público Emilio Forero. “Para mi cliente no fue fácil el 2020, pero desde que la Alcaldía le permtió a los bares abrir con medidas de seguridad, la cosa ha mejorado. Ya no es tan angustiaste el pago de la nómina, así no se gane mucho; pero hay ingresos. Mis colegas coinciden con migo: se está moviendo nuevamente el comercio porque los clientes están llegando.

Mientras hablaba, al fondo se escuchaba: “Para el cielo, un telescopio; una escafandra para el mar; un buen libro para el alma; una ventana pa´soñar… pero para la guerra… nada.