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Varias son las fechas durante el año que celebran la identidad afro: el 24 de enero es el Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes; el 21 de mayo se conmemora el Día Nacional de la Afrocolombianidad y el 25 de julio se festeja el Día Internacional de la Mujer Afrolatinoamericana, Afrocaribeña y de la Diáspora. Esta última jornada hace un homenaje a las niñas, adolescentes, jóvenes y señoras; hijas, hermanas, primas, sobrinas, tías, madres, abuelas, bisabuelas y tatarabuelas herederas de la riqueza de una identidad que conjuga tenacidad, alegría, baile, cantos, cocina, sororidad, mitos, tradición y saberes ancestrales.

“La mujer afro ha tenido un importante papel desde el hogar: es una mujer guerrera, pujante, que madruga a trabajar, a despachar a sus hijos, a su esposo, es pilar en su hogar. En el caso mío que me crie entre Tumaco y Buenaventura, tanto mi madre como mi padre trabajaron siempre; mi abuela era cocinera, entonces, desde temprano todas teníamos actividades por hacer y es ahí donde veo el rol de mujer luchadora que quiere sacar su familia adelante” sostiene Sandra María Clevel Montaño, etnoeducadora de la Institución Educativa Oficial, IEO, Humberto Jordán Mazuera.

La maestra describe la enseñanza que de generación en generación se transmite mediante el ejemplo: “la mujer afro sabe que si se cae también se levanta; es una mujer con gratitud porque reconoce que cada nuevo día Dios nos está regalando una nueva oportunidad y con más fuerza debemos desarrollar ese empuje”.

Las habilidades culinarias son unas de las tantas características de estas féminas que pareciera, como se dice comúnmente, “lo llevan en la sangre” pues madrugan a los manglares a buscar la piangua, ese molusco que es la base de infinidad de recetas como ceviches, arroces, tamales y sopas que deleitan paladares de todos los territorios y hacen parte de la cotidianidad de las comunidades del Pacífico.

La negra grande de Colombia, como le dicen a Leonor González Mina; la pianista antioqueña Teresita Gómez; la negra de oro, sobrenombre de la medallista olímpica María Isabel Urrutia; la destacada atleta de salto largo Caterine Ibargüen; Piedad Córdoba recordada por su notoria participación en el escenario político y la lideresa social y activista por los derechos humanos y del medio ambiente Francia Márquez, hoy más vigente que nunca por su incursión en los debates políticos, son algunas de las mujeres afrocolombianas que representan la lucha, la disciplina y el tesón característicos de su etnia.

“La importancia de que los grupos afros e indígenas conserven su cultura e identidades influye en la forma de expresarnos pues esas etnias han hablado lenguas y a través de las mismas verbalizan una cosmovisión que recoge nuestros mitos, nuestras creencias, nuestros territorios, nuestros conocimientos sobre el entorno natural, social, gastronómico como el tumbacatres, el tumbacamas, el arrechón, el pipilongo, la chicha, el guarapo, el curao, el viche” describe Clevel Montaño, todos ellos saberes y sabores milenarios que tienen sello de tradición oral, magia y resistencia de la comunidad negra.

“Si no conservamos nuestras tradiciones estamos condenados a renunciar a ellas y quedaríamos huérfanos de identidad” exclama Sandra María. Y es precisamente, por esta razón, que dando cumplimiento a una política pública nace la etnoeducación, cátedra que se orienta desde transición hasta grado once en 21 Instituciones Educativas Oficiales, IEO, de Cali para promover el conocimiento ancestral y reconocer el rol de los grupos étnicos afros e indígenas en la historia de Colombia y el mundo.