En el barrio Andrés Sanín, al oriente de Cali, se cocina más que alimento. Se sirve esperanza, se hornea compañía y se sazona cada plato con fe. Allí, entre aromas humildes y sonrisas sinceras, se encuentra el comedor comunitario La Misericordia, un rincón de luz liderado con el alma por la hermana Genivera Pérez Restrepo, quien ha dedicado más de medio siglo a su vocación religiosa y los últimos ocho años y medio al servicio activo de esta obra que transforma vidas día tras día.
«La comunidad necesita nuestra dedicación, todos estos años he entregado alma, vida y sombrero a este comedor, transformándolo en un verdadero hogar para muchos», expresa la hermana con una sonrisa.
El Comedor La Misericordia es mucho más que un lugar donde se sirve comida, también se realizan actividades constantes para mejorar la infraestructura, adaptándola poco a poco para el bienestar de los adultos mayores. Su labor no sería posible sin el invaluable apoyo de Paola Díaz y Julieth Díaz, dos hermanas que comparten la misma generosidad, humildad y amor por la comunidad que caracterizan a la hermana Genivera.
Para los habitantes de barrios como Puerto Mallarino, Siete de Agosto y Andrés Sanín, este comedor es un verdadero consuelo. Aquí encuentran no solo la alimentación que muchos no pueden garantizarse debido a su precaria situación económica, sino también un alivio para la soledad y los quebrantos de salud. «Nosotros, además de la alimentación, cada mes realizamos conferencias para mejorar el entorno familiar, mental, espiritual, fomentando la unión y el ayudarnos en comunidad», explica la Hermana Genivera, consciente de que el alimento del espíritu es tan vital como el del cuerpo.
Una de las joyas del comedor es su hermosa huerta, un espacio verde donde se ha cultivado con esmero yuca, habichuela, espinaca, lechuga, berenjena, tomate y bananos, productos frescos que enriquecen la dieta de los beneficiarios y demuestran la capacidad de la comunidad para autosostenerse.
Con una mirada reflexiva, la Hermana Genivera confiesa lo que más le conmueve de estos años de servicio: «la soledad en la que viven muchos adultos mayores, abandonados por sus familias, tristes, enfermos, sin quién les tienda la mano».
Es precisamente esa realidad desoladora la que la motiva cada día a continuar sirviendo con amor un plato de comida, una labor que es posible gracias al apoyo invaluable de la Alcaldía y la Arquidiócesis de Cali.
«Lo que yo más multiplico es dar de lo que recibimos, somos una comunidad y tenemos que ayudarnos entre todos, porque el comedor se convierte en la excusa para sembrar solidaridad y amor por el prójimo», afirma la Hermana Genivera, porque para ella, esto es lo que la mueve, lo que la incentiva, una vocación desinteresada que nace del alma y el corazón, con la certeza de que «Dios nunca nos deja solos, siempre nos da la provisión multiplicada para servir al que más lo necesita».
El Comedor Comunitario La Misericordia es, en esencia, un testimonio viviente de fe, servicio y el poder transformador del amor en un rinconcito de Cali. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, la solidaridad y la compasión pueden florecer, tejiendo una red de apoyo que sostiene y dignifica la vida de quienes más lo necesitan.